Podes ver el libro completo aqui: parte 1 / parte 2 / parte 3
FANTASMAS EN EL ÁGORA, de Alasdair Foster
FragmentoAl igual que el Ágora de la Antigua Grecia, el museo de arte es un lugar de encuentro para los desconocidos. También es un lugar de maravillas y enigmas porque, una vez que cruzamos el umbral institucional, nos transportamos a través del tiempo y el espacio. Somos testigos de lo que vio cada pintor, e incluso más que eso. No sólo vemos a través de sus ojos como lo aríamos a través de una ventana; compartimos su percepción del mundo – comulgamos con la mente del artista fallecido hace ya mucho tiempo: intelectual, emocional, y creativamente. No vemos el mundo como era, sino como lo percibió una persona. Hay una relación de intimidad con el arte del pasado que raya en lo misterioso.No somos los únicos extraños que nos encontramos en el museo. Las pinturas que hoy llaman hogar a este sitio han viajado desde tierras lejanas y hace mucho tiempo. Nacieron en el estudio del artista y alcanzaron su apogeo en un contexto específico: un palacio real o la casa de un comerciante, una iglesia o un templo. Ahora, en su madurez extendida en la eternidad, están transportadas, cohabitando con aquellas que provienen de eras y culturas diferentes; su única correlación es que son arte y antiguas. ¿Sobre qué conversan estas obras de arte mientras pasan sus días en el ocaso de este lugar de descanso final? Fuera de las páginas de ficción fantástica, esas conversaciones no son públicas. Más bien, transcurren en la mente de cada visitante mientras circulan de galería en galería, de era en era, de la percepción de un artista a la de otro… es una conversación que se lleva a cabo en la trastienda de la consciencia. Creemos que estamos viendo, aprendiendo, entendiendo. A modo de introducción, los cuidadores de los museos han colocado tarjetas de visita minuciosamente redactadas junto a cada obra: “Esto es así y asá, estamos seguros de que se encontrarán con intereses mutuos, esto es así porque…”, pero pronto fluimos entre las pinturas, como si estuviésemos en un sueño. Para todos salvo para los estudiantes más diligentes, la información se esparce rápidamente por los senderos de la imaginación. Esto no es simplemente una idea poética, está corroborado por la ciencia de la percepción visual. No vemos como una foto, en la cual cada elemento de nuestro campo de visión es representado en la mente con precisión y en detalle. De hecho, nuestras capacidades visuales son altamente selectivas y no siempre francas. Sólo un pequeño porcentaje de lo que percibimos visualmente es el resultado directo de lo que pasó por nuestros ojos. La naturaleza de la evolución es parsimoniosa. Para asegurar el uso más eficiente y económico de la capacidad intelectual, tamizamos aquello que percibimos con los ojos y seleccionamos el contenido que más se destaca. Gran parte de la imagen mental, tal como la percibimos finalmente, está basada en la memoria, la expectativa y la lógica que se tornan coherentes a través de la ideación creativa. La vista se ha desarrollado con el fin de entregarnos las cosas que nos mantendrán mejor informados sobre el mundo en nuestro propio beneficio: ¿dónde está el peligro? ¿dónde está la oportunidad? ¿dónde está la ambigüedad que requiere atención para que la entendamos en su totalidad? Diversas secciones del cerebro analizan los distintos elementos de la visión (el movimiento, la forma, el espacio, la textura, el color) para luego mezclarlos y alimentar a la consciencia como una percepción integrada. Estos procesos se llevan a cabo a diferentes velocidades estacionándose en la periferia de la conciencia donde quienes llegan temprano esperan a quienes lo hacen más lento para presentarse ante la conciencia de forma conjunta. Mientras tanto, el subconsciente recibe retroalimentación de inmediato, generando emoción detrás de la parte trasera del intelecto.
¿Cómo podemos usar una cámara para capturar lo que no es fotográfico por naturaleza, el diálogo complejo entre la percepción visual y la imaginación humana? Esa es la tarea aparentemente imposible de realizar que Andrés Wertheim se propuso llevar a cabo: ir más allá de las funciones literales de la descripción fotográfica. Su técnica es bastante sencilla: exponer la película más de una vez mientras apunta la cámara a diferentes sujetos en el museo. Es sencilla en la forma en que una pintura es simplemente la aplicación de pigmento sobre una superficie. El arte no radica en el hecho mecánico de su producción, sino en la habilidad de su ejecución y en la infinita sutileza del resultado. Una imagen embruja a otra en un mismo fotograma. Las obras de arte y los visitantes del museo son arrastrados hacia una nueva dimensión creativa y así liberados de la limitación concreta de ser, para habitar un mundo que refleja la percepción misma. Un mundo que no sólo requiere que veamos, sino que construyamos. Las fotografías de Andrés Wertheim revelan que el museo es un lugar de apariciones inquietantes.
Pero las pinturas están tan vivas hoy como cuando fueron creadas. Es nuestra mortalidad la que mide el tiempo, no la de ellas. No nos hechizan porque están muertas, sino porque perduran en el tiempo mientras que nosotros no lo hacemos. Somos el medio creativo a través del cual conversan en esta ágora de los últimos días. Pero, en la fugacidad de nuestra existencia, quizás seamos nosotros los verdaderos fantasmas en el museo.
Sídney, diciembre 2017
BIOGRAFÍA
Andrés Wertheim nació en 1926 en Buenos Aires. Comenzó a estudiar fotografía con Horacio Coppola en 1984, estudió producción de video en The International Film&TV Workshops en Main, Estados Unidos y asistió a las clases de Juan Travnik sobre estética y expresión. Sus fotografías han sido publicadas globalmente en medios como National Geographic, The Economist, entre otros; y sus trabajos han sido presentados en numerosas exposiciones individuales y colectivas en Argentina, Alemania, Estados Unidos, Rusia, Francia, Brasil y Eslovaquia, India y China. Actualmente vive y trabaja en Buenos Aires.
VOLVER AL CATÁLOGO
SIGUIENTE LIBRO